En la actualidad, existen en España 90 DOP’s, de las que 75 son denominaciones de origen, dos son denominaciones de origen calificadas, Rioja y Priorato, y 15 se corresponden con la protección «vino de pago».
La superficie de viñedo inscrita en las distintas DOP representa un 60 % del total de la superficie de viñedo de España. No obstante, no todo el vino producido en esta superficie acogida a DOP es objeto de protección, dado que la calificación de los vinos es potestad del productor. En determinadas DOP’s, se califica el 100 % del vino producido, como es el caso de Rioja, Navarra, Priorato, Vinos de Pago y otras, pero en otras DOP’s la calificación puede ser parcial. El porcentaje medio de la producción exportada del 46 % lo que da una idea de la importancia de la venta al exterior. En cuanto al tamaño de las DOP’s hay que tener en cuenta que las veintiséis DOP que comercializan un mayor volumen, alcanzan una cifra cercana al 92,2 % del total del vino comercializado por las noventa DOP’S existentes.
Sin duda, existen esfuerzos encomiables para diferenciar y mejorar la calidad de los vinos producidos en las distintas zonas y bodegas y, de esta manera, contribuir a posicionar los productos en nichos de mercado de mayor precio de ingreso para los productores. Sin embargo, habría que reflexionar seriamente sobre la imagen comercial que transmiten los vinos producidos en España en los distintos mercados y principalmente en los de exportación. La imagen general que proyectan es que el vino es un producto complejo para identificar su calidad para un porcentaje elevado de consumidores, con un elevado número de variables: país (España), comunidad autónoma, denominación de origen y denominación de origen calificada (zona y subzona), vino de pago, indicación de envejecimiento (año, crianza, reserva, gran reserva), variedad de uva, tipo de madera y otras indicaciones de fantasía como «tinto roble». Por el contrario, en otros países la identificación de sus vinos es mucho más simple para los consumidores de los países que los importan: país, variedades, añada, equivaliendo para estos productos el nombre del país, por ejemplo Chile, a denominación de origen, para los consumidores de los países no productores.
El problema de la promoción comercial eficaz de los vinos españoles, que tiene un elevado costo económico, se ve fuertemente dificultada por el pequeño tamaño general de las empresas y el gran número de atributos utilizados para diferenciar los vinos. Dada la complejidad cultural del sector vitivinícola para transmitir su imagen al consumidor, España ha elegido como modelo de DOP’s uno que se acerca más al modelo francés que al de los nuevos países productores, con gran diferencia del resultado obtenido. Francia es el líder de exportación en volumen de vino en numerosos países y el que tiene una mayor imagen de calidad en los mercados internacionales, traduciéndose también en ser el líder por precio medio por litro de vino comercializado. No obstante, no debemos olvidar que la clasificación de los vinos del Médoc-Graves-Barsac-Sauternes, se realizó en 1855, la de «Crus Bourgeois» de Burdeos en 1932 y la de los vinos de Saint-Émilion en 1955 y, por lo tanto, llevan un largo camino recorrido y el resultado no es fruto de la improvisación. Creemos que el modelo «el mejor vino es el mío» está agotado, no tiene recorrido y además no tiene la suficiente masa crítica económica para invertir en promoción comercial en el mercado interior y mucho menos en el mercado de exportación. Por ello, aunque reconocemos que el objetivo no está exento de dificultades, es fundamental contar con un modelo de «marca paragüas» que identifique claramente a nuestros vinos en los distintos mercados, y particularmente en los de exportación, lo que permitiría una inversión más eficaz en la promoción comercial.
Una pregunta que cabe hacerse es la imagen que en los distintos mercados se tienen de nuestros vinos: España solo es líder de exportación en volumen en los mercados de exportación a granel, producto en el que, inexorablemente, el principal componente es el precio de vino en origen y el del costo de transporte. En el resto de los mercados ocupamos un discreto puesto, que no se corresponde con la importancia vitivinícola de nuestro país.
El axioma calidad/precio en los mercados de exportación tampoco se cumple, pues si ello fuera así, ocuparíamos una mejor posición en la exportación de vinos en volumen en los distintos países. Los precios medios de exportación de nuestros vinos, con alguna excepción en mercados de poco volumen, siempre son muy inferiores a los precios medios de importación y con una diferencia muy importante en relación con otros países exportadores, con la excepción de Chile, Argentina y en algunos casos Italia.
Como conclusión, aunque se ha hecho un gran esfuerzo en crear una imagen de calidad para los vinos de nuestro país, en su conjunto el resultado no es satisfactorio a la vista de los datos anteriores y sería necesario reconsiderar las inversiones de promoción realizadas por nuestro país en los mercados de exportación.