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Por un lado, aumentar la producción de los vinos varietales internacionales (de variedades de uva internacionales, como la mayor parte de las francesas (Pinot Noir, Cabernet Sauvignon, Syrah, etc., que ya se vienen produciendo) o, por otro, “construir” una demanda en los mercados exteriores para sus variedades de uva más tradicionales (como podría ser, por ejemplo, Tempranillo o Albariño u otras muchas), apoyada con marcas fuertes. Este es el análisis del sector vitivinícola español, que hace la entidad holandesa.

Si bien es cierto que España ha logrado mejoras en la eficiencia de su producción vitivinícola, como resultado de los apoyos comunitarios, “todavía no ha conseguido afianzar su posición competitiva en los enclaves ajenos a dicho entorno”. En otras palabras, en países extracomunitarios, donde Francia o Italia, además de los nuevos países productores, como Chile, Australia o Sudáfrica, cuentan aún con clara ventaja comercial. El analista del Rabobank considera, además, como una “preocupación apremiante” el hecho de que “gran parte de ese aumento de la producción se destina a mercados que ya están lidiando con sus propios problemas de exceso de oferta o sobreproducción, como Francia e Italia”.

Y, añade que, “si bien esos destinos seguirán siendo importantes para el vino a granel español, la industria vitivinícola debe centrar todos los esfuerzos en lo que denomina la “construcción de la demanda en entornos fuera de la Unión Europea”.

Para ello, “España necesitará marcas más fuertes en los mercados internacionales y adoptar un mayor enfoque de marketing orientado al consumidor”.

Desde un punto de vista estratégico, la posición de impulsar la oferta de vinos de variedades internacionales o con demanda internacional podría abrir realmente nuevas oportunidades de exportación para España. Este proceso, sin embargo, obligaría por lo general a los productores españoles a competir en precios con los productores del denominado Nuevo Mundo (Chile, Australia o Sudáfrica, fundamentalmente), “conocidos por sus grandes volúmenes a precios bajos y volátiles”. A pesar de esta dura en competencia en precio, esta estrategia ofrecería buenas oportunidades a corto y a medio plazo, según se considera en el análisis de Rabobank.

La segunda opción, la de “construir” una demanda exterior en torno a vinos de variedades tradicionales y autóctonas de España llevaría, sin duda, mucho más tiempo y precisará el esfuerzo conjunto de viticultores, cooperativas, bodegas e industria, pero, a cambio, permitiría exportar a mayor precio que con los vinos varietales de demanda internacional, donde existe mucha mayor competencia comercial.

Fuente: La Semana Vitivinícola